Compartir ideas es complicado aunque nos guste decir lo contrario. Si algo he aprendido, es que postergar el rechazo es inútil para quienes somos creativos. Sin embargo, escucharlo requiere práctica y no nuestra resignación.
Ser creativo es dudar de las propias ideas, querer anticiparse al rechazo sin lograrlo y volver a postergar los proyectos personales para un futuro que no llegará si seguimos igual. Este también soy yo, aunque me esfuerzo para ser otras cosas al mismo tiempo.
Involuntaria contemplación: el pajar de la creatividad
Pero volvamos al rechazo, a la aguja en nuestro pajar: la contemplación involuntaria. En su artículo, A key part of creativity is picking up on what others overlook (Un elemento clave de la creatividad es atender lo que otros ignoran), Madeleine Gross, científica miembro del META (Memory Emotion Thought Awareness) Lab, en la Universidad de California (UCSB), señala que en uno de los estudios en su laboratorio para identificar las diferencias en las formas de priorizar información entre las personas creativas y las que no lo son tanto, las personas creativas no consideraban la información inusual como tal. Al menos, no como lo hacían sus contrapartes.
Esto, al entender de Gross, podría representar una ventaja dado que el contraste suele acaparar la atención y, por lo mismo, aumentar la probabilidad de que las partes menos obvias del problema a resolver se pierdan de vista. Es curioso, me quedo pensando, el contraste del contraste. Es decir, que la resistencia a la inercia de nuestras costumbres y vicisitudes —me refiero a la habilidad de ver con otros ojos lo normalizado de un problema— no esté necesariamente afuera —en la acción o el objeto— sino dentro, en nuestra sutil e involuntaria indiferencia hacia su tartamudeo.
Esto me gusta porque plantea la posibilidad de desafiar una convención cada vez más nociva, a mi parecer: aquella que insiste en que lo mejor que podemos hacer por nuestra atención es dirigirla todo el tiempo. Considero importante resistir esta inercia, entre tanto, porque estigmatiza el error y estimula la ansiedad, especialmente de los más jóvenes.
Nuestra percepción del mundo está mediada por filtros que se pueden medir con un electroencefalograma —como en dicho estudio—; filtros culturales sobre los que se puede deducir, especular y educar, y filtros salvajes que, dicho burdamente, siempre tienen la preferencia de nuestras emociones básicas: huir o pelear.
Con el tiempo —y los rechazos—, he ido aprendiendo que no hay un sólo modo de resistir el desprecio por las divergencias creativas ante una prisa omnipresente. A veces, dejar de buscar el contraste puede ser múltiples caminos hacia el mar, la noche enorme, o los pequeños proyectos personales que no dejan de girar.
Tener ideas es una curiosa sensación
Si alguien me ha enseñado sobre la belleza de esta indiferencia, es Alberto Caeiro (Fernando Pessoa). Por ejemplo, con este poema suyo:
Me despierto de noche, de repente,
y mi reloj ocupa toda la noche.
No siento la Naturaleza fuera.
Mi cuarto es una cosa oscura con paredes vagamente blancas.
Fuera hay un sosiego como si nada existiese.
Sólo el reloj prosigue con su ruido.
Y esta pequeña cosa de engranajes
ahoga toda la existencia de la tierra y el cielo…
casi empiezo a pensar lo que esto significa,
pero me detengo y me siento sonreír en las esquinas de mi boca,
porque la única cosa que mi reloj simboliza o significa,
llenando con su pequeñez la noche enorme,
Es la curiosa sensación de llenar la noche enorme con esa pequeñez…
Es por eso que aquí estoy, compartiendo mis notas una vez más. Seguimos.
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